LOS PERROS LADRAN EN INGLÉS
- Paola Valverde Alier
- 24 mar
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 7 abr
Podría hablar de la maestría de Laura al escribir. Su forma de transportarnos, la manera orgánica con la que entrelaza personajes e historias. Podría hablar desde el torrente que la habita, su fuerte compromiso social. Pero a mí lo que me importa es que con ella se te eriza la piel, entonces querés más, ir a lo profundo. No existe un punto tibio en la escritura de Laura, no existe el desencanto de los textos blandos o aburridos. No es pretenciosa, ya lo dije en el pasado, cuando tuve la oportunidad de presentar su novela Los apellidos de María. Laura, la novelista, nos habla con honestidad, sin miedo, ni adornos. Porque así es la vida. Y ella lo sabe.
Pero no vengo a hablarles de Laura, porque hoy vengo a presentarles a Cecilia. A las múltiples Cecilias que pasan desapercibidas. Vengo hablarles de Candy, Cherry, Mariana, Eingel o Daniela. Las “tierrosas”, las que cambian de nombre cuando les da la gana, las que dejan a sus hijas e hijos hasta la noche en la guardería y se las ingenian para arreglar los cuidos nocturnos con la vecina o con sus madres, mientras ellas salen a ganarse el pan mientras la piel se mantenga firme. Ellas se pasean en sus tacones, desde arriba nos observan. Es la calle y ellas saben, como bien dijo Gavi, que hay diferentes niveles de putas. Conocen nuestras debilidades. Somos una sociedad enferma. Vivimos en un medio violento e irracional, donde el sexo y la pertenencia, ejercen un poder por encima de la cordura. Existen placeres de placeres y la pobreza, ciertamente, no se le acerca a ninguno. Pero el dinero sí que puede comprar lo que nos venga en gana: desde un poco de alimento para saciar el hambre, hasta el hambre misma de los fetiches más oscuros. Es la oferta y la demanda y ha existido siempre. Y en este caso, ellas, las “malas”, las que ejercen la profesión más antigua del mundo, han aprendido a establecer las reglas; aunque las cartas no vayan a favor y el gringo que les prometió cielo y tierra no vuelva.
Pienso en Cecilia, la inocencia a flor de piel. Los árboles frondosos de un viaje sin retorno. Ella es la migración misma. El agua se filtra por el zinc; el frío aprieta. No hay empleo en el servicio doméstico que resuelva los bolsillos de una madre soltera. Pienso en Ana, su pequeña hija, el único motivo para todas las primeras veces en que tuvo que aguantarse el asco. Después vino la anestesia, dejar de sentir y experimentar el goce de los billetes verdes hechos un rollito. Pienso en las putas que no se drogan, las que apenas sorben un trago de cerveza para que los borrachos insaciables se sientan acompañados. Las que llegan a casa antes que amanezca, las que algunas veces se ausentan una semana para irse a Jacó, las que no tienen posibilidad de a las presentaciones de la escuela, las que entran a una librería y se les iluminan los ojos ante los libros infantiles y coloridos que podrán llevar, finalmente, a casa. Porque el dinero es para gastarlo en quien más amamos, para darle esa seguridad a quien más amamos, para que sus vidas sean diferentes.
Comparto algunos poemas que escribí en mi libro Bartender, publicado en 2015 por la Editorial Perro Azul y que dialogan con este libro:
ZARPE
Los poetas van al Rey
para tomar un zarpe.
A las tres de la mañana
todas los bares han cerrado
en el centro de San José.
En su mesa
la literatura es una prostituta
que lleva tatuada en la espalda
una imagen de la Virgen de Fátima.
Rastros de divinidad reposan en sus ojos
al palidecer el tiempo.
Apocalíptica y desbocada
cabalga sobre bosques de neón.
Brilla cuando tiene que brillar
besa cuando quiere besar.
Se entrega
cuando ha cruzado esa barrera
de mujer con alas
y calle.
EINGEL
Eingel trabaja a altas horas de la noche.
De día duerme y va al salón de belleza
a hacerse las uñas.
Cuando llega al casino
se oculta en la mesa
de un punto muerto.
Sueña con salirse de esta historia
reencarnar en sirena
o asesina de la oscuridad.
Quiere que alguien la descubra
sin ser descubierta.
No le gusta lo que hace
pero es la única forma
de asegurarse el alquiler
y las drogas.
ALTER EGO
Mi otra yo se flagela con hojas de afeitar.
Tiene el cabello azul
la nariz trancada.
Un espantoso ser la habita
y extiende su noche
por la autopista del licor.
Los gatos arañan sus labios
en la discoteca.
Se hace llamar Eingel.
Siempre miente.
Me pregunto quién es
en los espejos fracturados
de la esfera que gira
mientras caen eclipsados
esos mechones
y esa cordura tan irracional.
Sobre Laura Vásquez
Laura Vásquez Calderón es una autora costarricense cuya obra literaria se caracteriza por una mirada feminista, política y social. Ha publicado los libros Plano Cenital (2017) y Los apellidos de María (2023) con la Editorial de la Universidad de Costa Rica; Los perros ladran en inglés (2024) con Club de Libros, y Política erótica (y un poco de amor) (2024) con Poiesis Editores. Su trabajo también ha sido incluido en antologías y revistas como Plurales. Mujeres que hilan versos, Mostra Costarriquenha de Poesía (Revista Quimera) e Historias de Aldea. En 2024, integró su experiencia literaria con su compromiso social mediante la creación e implementación de talleres de escritura creativa para adolescentes en situación de riesgo social.
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