En lugar de gobernar, el presidente decidió ir de caza, disfrazado de jaguar, una ley en mano en vez de un rifle. La presa, la Contraloría General de la República y, particularmente, su representante, quien no tiene que preocuparse por acoso sexual porque la rabia y el machismo que obsesionan al presidente son más fuertes. Él está listo para comprometer el país a esta costosa locura para tomar una venganza contra una mujer valiente que se niega a plegarse a sus amenazas. Pero, también surge una pregunta legítima, ¿lo hace adrede para abrir la puerta a la corrupción y sus sobornos?
Sobre la ley Jaguar
Actualizado: 2 oct
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