top of page
PyP Logo solo letras.png

“THE HELP” El trabajo de servir no es servidumbre

En “The Help”, Aibileen se agacha hasta quedar a la altura de Mae Mobley, le toma las manos, la mira a los ojos y le dice despacito, como si quisiera plantar una fuerza en ella: “You is kind. You is smart. You is important” (Sos amable. Sos inteligente. Sos importante.). Fuera de la elegante casa, el sol de Mississippi golpea los pórticos y adentro, la mamá de la niña se abanica en una sala amplia, ocupada en sus propios asuntos. No sabe —o no le interesa saber— que el acto de amor más grande que recibirá su hija ese día -como muchos otros- no viene de su sangre, sino de las manos que limpian la casa, lavan los platos y del corazón que no figura en ninguna lista de afectos.


Esa escena me hizo pensar en el teatro silencioso que ocurre entre clientes y personas de servicio. No hacen falta vestidos con faldas de vuelo ni guantes blancos, para que el guion se repita. Basta un restaurante, una tienda, una cocina, un pasillo de supermercado. Cambian los trajes, los acentos y la música de fondo, pero no el gesto: una ceja levantada, un “apúrese” seco, un comentario grosero con la misma naturalidad con que en otro tiempo se hubiera levantado una puerta para separar “el baño de ellos” del “nuestro”.


Se repite tantas veces que parece un repertorio que ya me aprendí de memoria: el cliente que pide de mala manera que le limpien una mesa -aunque haya varias otras-; la señora que llama “muchacha” a la empleada doméstica, aunque la conozca por nombre desde hace diez años; el hombre que en la caja de supermercado habla por teléfono sin siquiera mirar a la cajera, como si ella no existiera más allá de la suma final. Y siempre, esa falsa superioridad que se disfraza de prisa o de exigencia, pero que en nuestro tiempo es simplemente mala educación.


Pero en “The Help” el libro no solo muestra la humillación. También abre ojos y corazones. Hubo quien, al leerlo o verlo, recordó cómo se debe tratar a otro ser humano. Personas que encontraron en esas páginas el valor para corregir familia y amistades, para decirle a alguien en la mesa “así no se habla” cuando el comentario es malintencionado, para levantar la voz en defensa de alguien a quien la costumbre ha vuelto invisible.


Y sobre esto es que quiero llamar la atención: no se trata de leyes, sino de costumbres, de malas costumbres. No de segregación en el papel, sino de jerarquías aprendidas y repetidas en voz baja. Porque hay una ética mínima que no está escrita en ningún lugar, pero que debería estar grabada en el sentido común: el trabajo de servir no es servidumbre. Quien lleva una bandeja no está más abajo; quien limpia un piso no está más lejos de la dignidad que quien lo ensucia; quien cocina para vos no te debe pleitesía, te ofrece alimento.


El algunos de los espacios en los que me desenvuelvo veo esto constantemente, por ejemplo, una mujer que le dijo a un salonero “venga limpie las mesas”. Lo dijo con un gesto amargo, como si fuera algo imperdonable. Cuando el salonero le respondió que iba a esperar a que las desocuparan, ella hizo un gesto de altivez y se fue al baño, satisfecha de haber “puesto en su lugar” a quien la atendía. Yo pensé en Aibileen, en cómo su voz suave y sus palabras repetidas a Mae Mobley eran un salvavidas invisible. Y me pregunté si algún día alguien le había dicho a esa mujer que ella también era “amable, inteligente e importante" o si por eso necesitaba sentirse más grande empequeñeciendo a otra persona.


La película termina con las mujeres negras enfrentando la pérdida del empleo, pero ganando algo más valioso: la certeza de que su voz importa. Y en el mundo real, cada vez que alguien recuerda esa certeza y se atreve a usarla —aunque sea para defender a otra persona o a una causa— la historia deja de ser solo un guion y se convierte en un acto.


Ojalá que no tuviéramos que elegir papeles. Ojalá la próxima vez que entremos a un restaurante, a una tienda, a una casa ajena, sepamos exactamente qué escena estamos interpretando y si realmente queremos quedarnos en ella.


ree

 
 
 

Comentarios


bottom of page