Estamos en la cocina.
Sobre la mesa, en una caja, los vegetales se están peleando bajo el ojo desinteresado del chef que afila sus cuchillos, indiferente al escándalo.
- ¡Yo soy la primera! dice la berenjena en un grito tan fuerte que se pone violeta.”
- ¿Por qué usted? reclaman los otros.
- Porque soy la reina de la receta, necesito más tiempo de cocción, ¡tengo que tener mi espacio personal en la olla para gambetear y preparar sus llegadas!
- Bueno, pero la veremos para bailar un pasodoble.! ponga atención!, en la receta somos dos veces más numerosos, fanfarronean los zucchinis.
- ¡Ninguno de ustedes traen la dulzura como nosotros! se jactan los chiles dulces rojos, amarillos y verdes unidos en un círculo multicolor.
En cuanto a los tomates, cantan en su esquina:
- ¡Desnúdenos! No se arrepentirá, sin nuestra piel, ¡traemos la sensualidad a su plato!
Las manos en las caderas, el ceño fruncido como siempre, las cebollas se ríen:
- ¡Cuando sea nuestro turno, saquen los pañuelos para secar sus lágrimas!
El ajo, más chiquitito no dice nada, pero se ríe por lo bajo:
- ¡Espere a sentir su aliento después de mi paso!
De repente, se oye una risa sarcástica desde un estante en el fondo de la cocina.
- ¡No hay baile sin mí! exclama la botella de aceite, “si no fuera por mí, se pegarían, ¡adiós el baile!
- ¡Sal y Pimienta! sin nosotros, todos ustedes serían sosos e insípidos.
Por fin, se escucha la voz de las hierbas de Provenza con sus acentos cantores llenos del sol del sur de Francia:
- ¡Dejan sus peleas tontas! Recuerden, nosotras llevamos el toque, sus cartas de nobleza, sin nosotras ¡ustedes no serían más que un ordinario picadillo de vegetales!
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